Cuatro años más tarde, esta pareja de novios se ha convertido en una de las principales impulsoras del acroyoga en el país. Aunque todavía incipiente en Argentina, el acroyoga es reconocido ya en buena parte de Europa y Estados Unidos como una alternativa dinámica del yoga que ofrece además un interesante plus.
Y es que a la meditación y el costado terapéutico propios de la práctica tradicional le suma una dosis de vértigo, juego y conexión con los demás. “El acroyoga fusiona el yoga con la acrobacia y el masaje tailandés. Y se caracteriza esencialmente por ser un disciplina que no se puede practicar solo. Se requiere contar al menos con una persona más”, explica Darío, quien menciona que es por ese motivo que promueve la interconexión. Pero si bien esta práctica exige trabajar mínimamente de a dos (una persona que hace de soporte y otra que realiza las posturas de yoga en el aire); es muy común que tanto los principiantes como quienes realizan figuras complejas por primera vez recurran a un tercero para que supervise sus movimientos y les dé seguridad. Pese a que abarca técnicas y principios que se practican desde hace miles de años, el acroyoga es en sí mismo una disciplina nueva. Comenzó a gestarse alrededor del año 2000 en San Francisco a partir de las experiencias de Jason Nemer y Jenny Sauer-Klein, una pareja con intereses similares a los de Mariana y Darío. “Con un fuerte componente acrobático, que obliga tanto a confiar en el otro como a inspirar esa confianza, el acroyoga lleva las relaciones interpersonales a un plano de juego pero también de aprendizaje” “Nosotros aprendimos con ellos -cuenta Mariana-. Vinieron a Argentina en 2009 a dar un taller y nos anotamos junto a unas pocas personas más. A partir de ahí empezamos a practicarlo por nuestra cuenta y a investigar”. Con una multiplicidad de figuras que en principio parecen inverosímiles pero que a su vez trasmiten equilibrio, elegancia y elasticidad, la práctica del acroyoga llama mucho la atención. De ahí que sean mayoría las personas que llegan como resultado de haberlo visto practicar. “Mucha gente se acerca al acroyoga seducida por su costado acrobático después de haber visto algún video de internet, pero lo cierto que esta disciplina concentra un montón de inquietudes e intereses. Tenés desde personas que vienen del yoga tradicional o tal vez meditan hasta parejas de bailarines o de novios que buscan experimentar formas de acercamiento entre ellos desde otro lugar”, explica Darío.
Sucede que con su fuerte componente acrobático, que obliga tanto a confiar en el otro y a entregarse como a inspirar esa confianza y saber cuidar, el acroyoga lleva las relaciones interpersonales a un plano de juego pero también de aprendizaje espiritual. Por otra parte, aún cuando algunas de las postura que propone el acroyoga, lo mismo que el yoga tradicional, requieren de cierta preparación física, la propuesta de esta disciplina es tan amplia que cualquiera puede acceder a ella e ir avanzando con la práctica cada vez más. Es así que muchos de quienes la practican aseguran que uno de sus mayores atractivos está en el desafío de vencer los temores y llevar los propios límites un poco más allá cada vez. Y que eso implica tanto lidiar con limitaciones físicas (la falta de elasticidad) como cuestiones emocionales (el miedo a lastimarse, la dificultad de entregarse o de cuidar a alguien más). “El objetivo más elevado de acroyoga es acercar a las personas a un estado de unión consigo mismas, con el otro y con lo divino. Desde un espacio de apoyo mutuo, cada quien puede realizarse y compartirse para beneficio de los demás”, explican los creadores de este disciplina.
NOTAS RELACIONADAS: Encuentro en un predio de Los Hornos
MUNDOS PROPIOS ·
ACROYOGA
Una vertiginosa versión del yoga que exige al menos dos
A la meditación y el costado terapéutico propios de la práctica
tradicional, esta nueva disciplina que viene ganando terreno le suma una
dosis de vértigo, juego y conexión con los demás.
El, instructor de yoga con experiencia en acrobacia; ella, artista de
circo y experta en masaje tailandés. Cuando Darío Ramos y Mariana Silva
se enteraron de una nueva disciplina que combinaba todas sus actividades
preferidas no dudaron un segundo en ir aprender. Cuatro años más tarde,
esta pareja de novios se ha convertido en una de las principales
impulsoras del acroyoga en el país.
Aunque todavía incipiente en Argentina, el acroyoga es reconocido ya en
buena parte de Europa y Estados Unidos como una alternativa dinámica del
yoga que ofrece además un interesante plus. Y es que a la meditación y
el costado terapéutico propios de la práctica tradicional le suma una
dosis de vértigo, juego y conexión con los demás.
“El acroyoga fusiona el yoga con la acrobacia y el masaje tailandés. Y
se caracteriza esencialmente por ser un disciplina que no se puede
practicar solo. Se requiere contar al menos con una persona más”,
explica Darío, quien menciona que es por ese motivo que promueve la
interconexión.
Pero si bien esta práctica exige trabajar mínimamente de a dos (una
persona que hace de soporte y otra que realiza las posturas de yoga en
el aire); es muy común que tanto los principiantes como quienes realizan
figuras complejas por primera vez recurran a un tercero para que
supervise sus movimientos y les dé seguridad.
Pese a que abarca técnicas y principios que se practican desde hace
miles de años, el acroyoga es en sí mismo una disciplina nueva. Comenzó a
gestarse alrededor del año 2000 en San Francisco a partir de las
experiencias de Jason Nemer y Jenny Sauer-Klein, una pareja con
intereses similares a los de Mariana y Darío.
“Con un fuerte componente acrobático, que obliga tanto a confiar en el
otro como a inspirar esa confianza, el acroyoga lleva las relaciones
interpersonales a un plano de juego pero también de aprendizaje”
“Nosotros aprendimos con ellos -cuenta Mariana-. Vinieron a Argentina en
2009 a dar un taller y nos anotamos junto a unas pocas personas más. A
partir de ahí empezamos a practicarlo por nuestra cuenta y a
investigar”.
Con una multiplicidad de figuras que en principio parecen inverosímiles
pero que a su vez trasmiten equilibrio, elegancia y elasticidad, la
práctica del acroyoga llama mucho la atención. De ahí que sean mayoría
las personas que llegan como resultado de haberlo visto practicar.
“Mucha gente se acerca al acroyoga seducida por su costado acrobático
después de haber visto algún video de internet, pero lo cierto que esta
disciplina concentra un montón de inquietudes e intereses. Tenés desde
personas que vienen del yoga tradicional o tal vez meditan hasta parejas
de bailarines o de novios que buscan experimentar formas de
acercamiento entre ellos desde otro lugar”, explica Darío.
Sucede que con su fuerte componente acrobático, que obliga tanto a
confiar en el otro y a entregarse como a inspirar esa confianza y saber
cuidar, el acroyoga lleva las relaciones interpersonales a un plano de
juego pero también de aprendizaje espiritual.
Por otra parte, aún cuando algunas de las postura que propone el
acroyoga, lo mismo que el yoga tradicional, requieren de cierta
preparación física, la propuesta de esta disciplina es tan amplia que
cualquiera puede acceder a ella e ir avanzando con la práctica cada vez
más.
Es así que muchos de quienes la practican aseguran que uno de sus
mayores atractivos está en el desafío de vencer los temores y llevar los
propios límites un poco más allá cada vez.
Y que eso implica tanto lidiar con limitaciones físicas (la falta de
elasticidad) como cuestiones emocionales (el miedo a lastimarse, la
dificultad de entregarse o de cuidar a alguien más).
“El objetivo más elevado de acroyoga es acercar a las personas a un
estado de unión consigo mismas, con el otro y con lo divino. Desde un
espacio de apoyo mutuo, cada quien puede realizarse y compartirse para
beneficio de los demás”, explican los creadores de este disciplina.
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Leer más en http://www.eldia.com.ar/edis/20140217/Una-vertiginosa-version-yoga-exige-menos-dos-informaciongeneral2.htm
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MUNDOS PROPIOS · ACROYOGA
Una vertiginosa versión del yoga que exige al menos dos
A la meditación y el costado terapéutico propios de la práctica
tradicional, esta nueva disciplina que viene ganando terreno le suma una
dosis de vértigo, juego y conexión con los demás.
El, instructor de yoga con experiencia en acrobacia; ella, artista de
circo y experta en masaje tailandés. Cuando Darío Ramos y Mariana Silva
se enteraron de una nueva disciplina que combinaba todas sus actividades
preferidas no dudaron un segundo en ir aprender. Cuatro años más tarde,
esta pareja de novios se ha convertido en una de las principales
impulsoras del acroyoga en el país.
Aunque todavía incipiente en Argentina, el acroyoga es reconocido ya en
buena parte de Europa y Estados Unidos como una alternativa dinámica del
yoga que ofrece además un interesante plus. Y es que a la meditación y
el costado terapéutico propios de la práctica tradicional le suma una
dosis de vértigo, juego y conexión con los demás.
“El acroyoga fusiona el yoga con la acrobacia y el masaje tailandés. Y
se caracteriza esencialmente por ser un disciplina que no se puede
practicar solo. Se requiere contar al menos con una persona más”,
explica Darío, quien menciona que es por ese motivo que promueve la
interconexión.
Pero si bien esta práctica exige trabajar mínimamente de a dos (una
persona que hace de soporte y otra que realiza las posturas de yoga en
el aire); es muy común que tanto los principiantes como quienes realizan
figuras complejas por primera vez recurran a un tercero para que
supervise sus movimientos y les dé seguridad.
Pese a que abarca técnicas y principios que se practican desde hace
miles de años, el acroyoga es en sí mismo una disciplina nueva. Comenzó a
gestarse alrededor del año 2000 en San Francisco a partir de las
experiencias de Jason Nemer y Jenny Sauer-Klein, una pareja con
intereses similares a los de Mariana y Darío.
“Con un fuerte componente acrobático, que obliga tanto a confiar en el
otro como a inspirar esa confianza, el acroyoga lleva las relaciones
interpersonales a un plano de juego pero también de aprendizaje”
“Nosotros aprendimos con ellos -cuenta Mariana-. Vinieron a Argentina en
2009 a dar un taller y nos anotamos junto a unas pocas personas más. A
partir de ahí empezamos a practicarlo por nuestra cuenta y a
investigar”.
Con una multiplicidad de figuras que en principio parecen inverosímiles
pero que a su vez trasmiten equilibrio, elegancia y elasticidad, la
práctica del acroyoga llama mucho la atención. De ahí que sean mayoría
las personas que llegan como resultado de haberlo visto practicar.
“Mucha gente se acerca al acroyoga seducida por su costado acrobático
después de haber visto algún video de internet, pero lo cierto que esta
disciplina concentra un montón de inquietudes e intereses. Tenés desde
personas que vienen del yoga tradicional o tal vez meditan hasta parejas
de bailarines o de novios que buscan experimentar formas de
acercamiento entre ellos desde otro lugar”, explica Darío.
Sucede que con su fuerte componente acrobático, que obliga tanto a
confiar en el otro y a entregarse como a inspirar esa confianza y saber
cuidar, el acroyoga lleva las relaciones interpersonales a un plano de
juego pero también de aprendizaje espiritual.
Por otra parte, aún cuando algunas de las postura que propone el
acroyoga, lo mismo que el yoga tradicional, requieren de cierta
preparación física, la propuesta de esta disciplina es tan amplia que
cualquiera puede acceder a ella e ir avanzando con la práctica cada vez
más.
Es así que muchos de quienes la practican aseguran que uno de sus
mayores atractivos está en el desafío de vencer los temores y llevar los
propios límites un poco más allá cada vez.
Y que eso implica tanto lidiar con limitaciones físicas (la falta de
elasticidad) como cuestiones emocionales (el miedo a lastimarse, la
dificultad de entregarse o de cuidar a alguien más).
“El objetivo más elevado de acroyoga es acercar a las personas a un
estado de unión consigo mismas, con el otro y con lo divino. Desde un
espacio de apoyo mutuo, cada quien puede realizarse y compartirse para
beneficio de los demás”, explican los creadores de este disciplina.
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Leer más en http://www.eldia.com.ar/edis/20140217/Una-vertiginosa-version-yoga-exige-menos-dos-informaciongeneral2.htm
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A la meditación y el costado terapéutico propios de la práctica
tradicional, esta nueva disciplina que viene ganando terreno le suma una
dosis de vértigo, juego y conexión con los demás.
El, instructor de yoga con experiencia en acrobacia; ella, artista de
circo y experta en masaje tailandés. Cuando Darío Ramos y Mariana Silva
se enteraron de una nueva disciplina que combinaba todas sus actividades
preferidas no dudaron un segundo en ir aprender. Cuatro años más tarde,
esta pareja de novios se ha convertido en una de las principales
impulsoras del acroyoga en el país.
Aunque todavía incipiente en Argentina, el acroyoga es reconocido ya en
buena parte de Europa y Estados Unidos como una alternativa dinámica del
yoga que ofrece además un interesante plus. Y es que a la meditación y
el costado terapéutico propios de la práctica tradicional le suma una
dosis de vértigo, juego y conexión con los demás.
“El acroyoga fusiona el yoga con la acrobacia y el masaje tailandés. Y
se caracteriza esencialmente por ser un disciplina que no se puede
practicar solo. Se requiere contar al menos con una persona más”,
explica Darío, quien menciona que es por ese motivo que promueve la
interconexión.
Pero si bien esta práctica exige trabajar mínimamente de a dos (una
persona que hace de soporte y otra que realiza las posturas de yoga en
el aire); es muy común que tanto los principiantes como quienes realizan
figuras complejas por primera vez recurran a un tercero para que
supervise sus movimientos y les dé seguridad.
Pese a que abarca técnicas y principios que se practican desde hace
miles de años, el acroyoga es en sí mismo una disciplina nueva. Comenzó a
gestarse alrededor del año 2000 en San Francisco a partir de las
experiencias de Jason Nemer y Jenny Sauer-Klein, una pareja con
intereses similares a los de Mariana y Darío.
“Con un fuerte componente acrobático, que obliga tanto a confiar en el
otro como a inspirar esa confianza, el acroyoga lleva las relaciones
interpersonales a un plano de juego pero también de aprendizaje”
“Nosotros aprendimos con ellos -cuenta Mariana-. Vinieron a Argentina en
2009 a dar un taller y nos anotamos junto a unas pocas personas más. A
partir de ahí empezamos a practicarlo por nuestra cuenta y a
investigar”.
Con una multiplicidad de figuras que en principio parecen inverosímiles
pero que a su vez trasmiten equilibrio, elegancia y elasticidad, la
práctica del acroyoga llama mucho la atención. De ahí que sean mayoría
las personas que llegan como resultado de haberlo visto practicar.
“Mucha gente se acerca al acroyoga seducida por su costado acrobático
después de haber visto algún video de internet, pero lo cierto que esta
disciplina concentra un montón de inquietudes e intereses. Tenés desde
personas que vienen del yoga tradicional o tal vez meditan hasta parejas
de bailarines o de novios que buscan experimentar formas de
acercamiento entre ellos desde otro lugar”, explica Darío.
Sucede que con su fuerte componente acrobático, que obliga tanto a
confiar en el otro y a entregarse como a inspirar esa confianza y saber
cuidar, el acroyoga lleva las relaciones interpersonales a un plano de
juego pero también de aprendizaje espiritual.
Por otra parte, aún cuando algunas de las postura que propone el
acroyoga, lo mismo que el yoga tradicional, requieren de cierta
preparación física, la propuesta de esta disciplina es tan amplia que
cualquiera puede acceder a ella e ir avanzando con la práctica cada vez
más.
Es así que muchos de quienes la practican aseguran que uno de sus
mayores atractivos está en el desafío de vencer los temores y llevar los
propios límites un poco más allá cada vez.
Y que eso implica tanto lidiar con limitaciones físicas (la falta de
elasticidad) como cuestiones emocionales (el miedo a lastimarse, la
dificultad de entregarse o de cuidar a alguien más).
“El objetivo más elevado de acroyoga es acercar a las personas a un
estado de unión consigo mismas, con el otro y con lo divino. Desde un
espacio de apoyo mutuo, cada quien puede realizarse y compartirse para
beneficio de los demás”, explican los creadores de este disciplina.
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